viernes, 29 de abril de 2016

“FILOSOFÍA Y REALIDAD SOCIAL”

Por: Lic. Mario A. Flores Flores. Profesor de Tiempo Completo de la Universidad de Occidente
Nosotros estábamos buscando la respuesta
a una situación incongruente, absurda, anacrónica: ¿Cómo era
posible que hubiera tanto en manos de tan pocos
y hubiera tan poco en manos de tantos?
De una forma u otra forma habíamos enfrentado una realidad de injusticia…
-Rafael Guillén

La realidad social de nuestro país aparece marcada, entre otras cosas, por la pobreza, la marginación, el desempleo, etc.; en una palabra: por la injusticia social.
Ante esta situación nos preguntamos: ¿Cuál es el papel de la filosofía? ¿Qué contribución puede hacer la filosofía desde su especifica trinchera intelectual?

Evidentemente, no es posible hacer una filosofía de espaldas a nuestra realidad social injusta. Más bien, es necesario hacer una filosofía que tome en cuenta la dramática situación en que se encuentra nuestro país.
Es evidente, también, que nuestro sistema social requiere de un cambio profundo. Ante esta realidad, la filosofía no puede permanecer indiferente, sino que debe contribuir, con sus armas específicas, a la construcción de una sociedad más justa.
¿Cuál es, pues, la tarea que se le impone a la filosofía? Nuestra situación actual exige un pensar profundo (y la función de la filosofía es pensar en profundidad) que desenmascare al sistema, que ponga al descubierto las bases ideológicas en que se sustenta nuestro sistema social injusto.

En este sentido, la filosofía que se requiere hacer es una filosofía subversiva. (Subvertere, es poner arriba, al descubierto, lo que estaba abajo oculto).
Ahora bien, para que la filosofía cumpla con esta tarea se necesita que quienes hacen filosofía, realicen una opción personal por la justicia sin temores, sin componendas, sin limitaciones ni contubernios, sin mordaza, de tal modo que, además de inteligentes, sean éticamente justos. Y, a partir de esta opción, se comprometan decididamente en la lucha solidaria por la transformación social de nuestro país.
De no ser así, la filosofía (y, por tanto, quienes hacen filosofía) será cómplice del sistema social injusto en que vivimos (o, más bien, en que morimos) al contribuir con su silencio o con su especulación abstracta, a dejar las cosas como están.