Por Jorge Esteban Herrera
En “Al otro lado del espejo” Lewis Carroll plasmó el encuentro de Alicia con Humpty Dumpty. Contrario a las rimas inglesas que le endilgaban al huevo un aire de lerdo, Carroll lo brindó de conocimientos interpretativos. Sin ningún ápice de modestia recorriendo su cascarón, Humpty Dumpty preconiza ante una desconcertada Alicia su dominio semántico sobre las palabras, para darles el significado que a él le plazca. “La cuestión es saber quién manda”.
Lejos de esa cuarta dimensión, en la mundanidad, las palabras desafían nuestras órdenes. Los significados se vuelven dinámicos y arbitrarios. Insuflamos sintagmas a los oyentes cruzando los dedos para que nuestro mensaje no sufra de la metamorfosis que la polisemia entrega.
Todo proceso comunicativo está sujeto a los escenarios y contextos. Las groserías pueden perder su altisonancia y categoría de inadecuadas al ser emitidas por dos interlocutores que han encontrada en ellas algo más que una vulgaridad; algunos, hasta expresan destreza para moldearlas a la forma de verbo, interjección y adjetivo.
En un espectáculo para adultos, del cual pende la leyenda de “humor negro”, nadie espera que se le hable de lecciones de moralidad. La zona del lenguaje se aferra a sólo querer escuchar fonemas que se encadenan para conformar procacidades. Pero hasta las palabrotas tienen temas y contenido a los que rehúyen, principalmente cuando versan sobre tragedias.
La actualidad contradice a los proverbios latinos, las palabras ya no se las lleva el viento, se las arrebata el Internet. El video difundido donde aparece el cómico Sergio Verduzco Rubiera, más conocido como “Platanito” realizando chistes en alusión a la guardería ABC, ha desencadenado el repudio de un gran sector de la población mexicana.
A manera de premisas que retorna de un pasado inconsumible, las redes sociales han razonado silogismos para denotar que no sería la primera vez que el comediante haya utilizado ese chiste durante sus eventos.
Un accionar veloz, llevó a que el programa fuera suspendido. De las redes sociales brotaban los extremos: mensajes que luchaban contra la tempestad del momento en señal de apoyo hacia el comediante; e imperativos que exigían el cese definitivo del programa. El mismo Platanito aparecería en un video, pero no vestido como su personaje, sino como Sergio Verduzco. Con un tono de voz hilado en la seriedad, ofrecía disculpas: “Platanito es un personaje para hacer reír y no para lastimar, pero esta ocasión lo hice. Hoy quiero confesarles que no tuve la sensibilidad para escoger adecuadamente el tema para mi rutina. La comedia creo que debe ser atrevida, picante y la de Platanito es muy atrevida, pero también comprendo que hay límites. Nunca debí haber contado ese chiste, pero lo hice.”
El recuerdo álgido e imborrable de lo acontecido en la guardería de Hermosillo, es un episodio que no logrará ser cauterizado en los familiares de los niños que fallecieran. Justamente era a lo que Platanito se refería, careció de la coherencia al escoger el chiste. Diversión a costa del sufrimiento de otros es deleznable.
La expresión “El fin justifica los medios” se desmorona en estos casos. El público asiste a los shows de humor negro en espera de un momento de risas, pero azuzar la explosión risible no es motivo para tomar como elementos el dolor.
En algunos casos las palabras se extrapolan y se amoldan a las leyes Newtonianas, todo mensaje genera una reacción en el emisor de igual y magnitud y sentido contrario. La retroalimentación dimanada a partir del chiste, señalaba unánimemente que los límites de ese humor picante habían sido rebasados.
Regulados por un entorno el mensaje debe someterse a la parsimoniosa revisión: dos o tres veces no son suficientes para analizar lógicamente un discurso. Sin que seamos capaces de ejercer una autoridad inexorable sobre las palabras, sólo nos queda regresar a los dichos arcanos: Pensar antes de hablar. Esa es la cuestión.
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