miércoles, 9 de abril de 2014

HACIA UN NUEVO RUMBO EDUCATIVO

Por: M.C. Javier Gil Ornelas

M.C. Javier Gil Ornelas
Profesor adscrito al Programa Educativo
de Ciencias de la Comunicación de la
Universidad de Occidente
La numeralia que da la organización “Mexicanos primero” acerca de la calidad educativa en Sinaloa deja mucho que desear, pues nos dice que en un 85.5% de alumnos de menos de 15 años están reprobados en ciencias, lectura y matemáticas, teniendo en esta ultima un atraso de 51 años respecto a Shanghái y de 140 años a Singapur; además, ocupamos el lugar 21 a nivel nacional en calidad de la O.C.D.E., aparte el sinaloense tiene un promedio de 9 años en la escuela, por debajo de los 13.0 en Noruega y de 13.3 en Estados Unidos, pues de cada 100 niños 72 terminan la primaria, 63 la secundaria, 57 la preparatoria y 25 la educación superior; en este ultimo nivel ninguna de nuestras universidades ocupa alguno de los primeros 21 lugares en excelencia académica.

         Es indudable que algo no esta funcionando en la educación sinaloense a pesar del gran presupuesto destinado a este rubro, lo cierto es que de acuerdo a la SEP y C el 90% se gasta en nómina y el otro 10% en Becas, infraestructura y tecnología. Lo paradójico es que según los resultados del censo aplicado por el INEGI a centros académicos de trabajo, en Sinaloa cobran 12 mil profesores sin dar clases y el 41% de las escuelas no tienen drenajes lo cual resulta un contrasentido en la política educativa.

         Uno de los grandes problemas en el proceso de enseñanza-aprendizaje es la falta del hábito de la lectura ya que en promedio el mexicano lee 2.5 libros al año y generalmente son libros de autoayuda.

         Al llegar al nivel superior y acondicionarse al modelo de competencias al estudiante le es sumamente difícil adaptarse al mismo, ya que este no solo exige saber sino también hacer y resolver problemas reales del entorno social; esto exige un espíritu de investigación bibliográfica, hemerográfica y electrónica, pero al no tener la formación de lectura comprensiva y la capacidad de expresión oral y escrita opta por el ”copy paste” (copiar y pegar) teniendo verdaderos plagios, construyendo un mundo de plena simulación académica.

         Por otro lado, no tiene el alumno la visión de la lectura de los mass media en forma critica ya que representa una configuración simbólica de la realidad conforme a una hegemonía ideológica de la clase dominante acorde con el status quo imperante. Y si en promedio el alumno se la pasa 3.5 horas en la escuela, tiene como contrapeso el pasarse hasta 4 horas diarias en la T.V. donde la programación esta impregnada de violencia y estulticia de la cotidianidad; o en la banalidad del Facebook y del “chateo” a través de algunos de los distintos dispositivos móviles que hoy se cuenta.

         Otro de los cuestionamientos a la educación superior es la disociación entre el mundo de los libros y la vida misma, ya que la vinculación es débil entre la sociedad y la escuela, en la articulación de la escuela con la sociedad, no se cuenta con una actitud explorativa que conduzca a una investigación académica profunda, objetiva y propositiva sumergida en su entorno para aprender de la experiencia, para dar un salto cualitativo en el quehacer científico, en la tesitura de responder ante circunstancias nuevas no previstas y no salir con recetas elaboradas desfasadas de la realidad, debe buscarse una estrategia de participación de los estudiantes en su formación profesional ya que como dijo alguien “la educación no es pues una preparación para la vida, sino la vida misma”

         La educación tiene que ser una actividad basada en la praxis y la experimentación, y esto nos llevara a reflexionar para plantear los problemas y proponer soluciones para resolverlos.

         Los maestros deben dejar de ser un repetidor de textos, para provocar en el alumno una experiencia vital y personal del conocimiento, hacer un lado el síndrome de los “papeles amarillos”, o sea de viejos, por no actualizarlos en la renovación de su cátedra.

         Entre las didácticas mas instrumentadas en el proceso de enseñanza-aprendizaje esta el “trabajo en equipo” el cual es un medio que tiene como objetivo la cooperación colectiva en la construcción y aplicación del conocimiento. ¿Pero que pasa en la realidad? Sucede que el educando se entrampa en la hiperrealidad, pues el simulacro se hace presente, cada alumno toma una parte del tema y se limita a reproducir memorísticamente el texto, y a veces ni eso hace, sino que lo lee en la proyección o el rotafolio sin hacer una análisis del mismo, y cuando se le pregunta en que contexto podría aplicar esos conceptos y categorías viene una ignorancia supina. Que da al traste con los esfuerzos de los maestros, pero también el docente cae muchas veces en esta didáctica olvidándose su papel de facilitar y cayendo en un papel de simple observador durante todo el proceso de la clase.

         El modo de estudiar debe vivir una revolución educativa que comience en la edad temprana del niño hasta el termino de la universidad. Estos cambios pedagógicos deben venir de la base magisterial y con la participación del estudiante mismo que sea un proceso de comunicación con un sentido social que conduzca a un compartir experiencia hasta hacer de ella un bien común.

         No será la imposición de modelos educativos creados por decretos burocráticos, autoritarios y unilaterales los que rescaten y democraticen el proceso educativo; las propuestas deben emerger de los que saben y hacen la pedagogía y no de los que administran la educación.

         La escuela tradicional ha venido reforzando las diferencias sociales de un capitalismo neoliberal salvaje, así como la imposición imperial de una cultura de masas consumista y unidimensional.

         Con una dependencia que va diluyendo la identidad nacional a partir de patrones culturales del etnocentrismo de los países hegemónicos; la actual política educativa solo forma espíritus dóciles para las relaciones de dominación entre los seres humanos; forma ciudadanos ad hoc a las políticas antidemocráticas e individualistas del sistema dominante.

         La educación del siglo XXI debe conformar un ciudadano con una conciencia social, critica y solidaria que luche contra la opresión; con una mente libertaria, plural, democrática, donde la tolerancia y el respeto a las diferencias ideológicas se hagan con un civilidad utilizando siempre el diálogo como instrumento para ir construyendo un estado de derecho que permita excluir la violencia y consolidar la justicia social, así como la vigencia de los derechos humanos.

         La escuela debe generar conocimientos científicos y tecnológicos que sean de bien común, que permitan dar propuestas para solucionar las tareas sociales que prevalecen. En nuestro país, como es la criminalidad, la corrupción, analfabetismo y otras disfuncionalidades que tienen a nuestra sociedad en una descomposición social que lleva a la barbarie, que parece no tener solución.

         Es por eso que la revolución educativa debe estar al altura de los desafíos y retos de nuestro entorno social con propuestas de políticas publicas que vengan a orientar un desarrollo social para las mayorías del país. Así la excelencia académica debe ser capaz de impulsar una transformación verdadera de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales, en que se desarrolla la sociedad actual.

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