Por: M.C. Javier Gil Ornelas
M.C. Javier Gil Ornelas Profesor adscrito al Programa Educativo de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Occidente |
Es indudable que algo
no esta funcionando en la educación sinaloense a pesar del gran presupuesto
destinado a este rubro, lo cierto es que de acuerdo a la SEP y C el 90% se
gasta en nómina y el otro 10% en Becas, infraestructura y tecnología. Lo
paradójico es que según los resultados del censo aplicado por el INEGI a
centros académicos de trabajo, en Sinaloa cobran 12 mil profesores sin dar
clases y el 41% de las escuelas no tienen drenajes lo cual resulta un
contrasentido en la política educativa.
Uno de los grandes
problemas en el proceso de enseñanza-aprendizaje es la falta del hábito de la
lectura ya que en promedio el mexicano lee 2.5 libros al año y generalmente son
libros de autoayuda.
Al llegar al nivel
superior y acondicionarse al modelo de competencias al estudiante le es
sumamente difícil adaptarse al mismo, ya que este no solo exige saber sino
también hacer y resolver problemas reales del entorno social; esto exige un
espíritu de investigación bibliográfica, hemerográfica y electrónica, pero al
no tener la formación de lectura comprensiva y la capacidad de expresión oral y
escrita opta por el ”copy paste” (copiar y pegar) teniendo verdaderos plagios,
construyendo un mundo de plena simulación académica.
Por otro lado, no
tiene el alumno la visión de la lectura de los mass media en forma critica ya
que representa una configuración simbólica de la realidad conforme a una
hegemonía ideológica de la clase dominante acorde con el status quo imperante.
Y si en promedio el alumno se la pasa 3.5 horas en la escuela, tiene como
contrapeso el pasarse hasta 4 horas diarias en la T.V. donde la programación
esta impregnada de violencia y estulticia de la cotidianidad; o en la banalidad
del Facebook y del “chateo” a través de algunos de los distintos dispositivos
móviles que hoy se cuenta.
Otro de los
cuestionamientos a la educación superior es la disociación entre el mundo de
los libros y la vida misma, ya que la vinculación es débil entre la sociedad y
la escuela, en la articulación de la escuela con la sociedad, no se cuenta con
una actitud explorativa que conduzca a una investigación académica profunda,
objetiva y propositiva sumergida en su entorno para aprender de la experiencia,
para dar un salto cualitativo en el quehacer científico, en la tesitura de
responder ante circunstancias nuevas no previstas y no salir con recetas
elaboradas desfasadas de la realidad, debe buscarse una estrategia de
participación de los estudiantes en su formación profesional ya que como dijo
alguien “la educación no es pues una preparación para la vida, sino la vida
misma”
La educación tiene
que ser una actividad basada en la praxis y la experimentación, y esto nos
llevara a reflexionar para plantear los problemas y proponer soluciones para
resolverlos.
Los maestros deben
dejar de ser un repetidor de textos, para provocar en el alumno una experiencia
vital y personal del conocimiento, hacer un lado el síndrome de los “papeles
amarillos”, o sea de viejos, por no actualizarlos en la renovación de su
cátedra.
Entre las didácticas
mas instrumentadas en el proceso de enseñanza-aprendizaje esta el “trabajo en
equipo” el cual es un medio que tiene como objetivo la cooperación colectiva en
la construcción y aplicación del conocimiento. ¿Pero que pasa en la realidad?
Sucede que el educando se entrampa en la hiperrealidad, pues el simulacro se
hace presente, cada alumno toma una parte del tema y se limita a reproducir
memorísticamente el texto, y a veces ni eso hace, sino que lo lee en la
proyección o el rotafolio sin hacer una análisis del mismo, y cuando se le
pregunta en que contexto podría aplicar esos conceptos y categorías viene una
ignorancia supina. Que da al traste con los esfuerzos de los maestros, pero
también el docente cae muchas veces en esta didáctica olvidándose su papel de
facilitar y cayendo en un papel de simple observador durante todo el proceso de
la clase.
El modo de estudiar
debe vivir una revolución educativa que comience en la edad temprana del niño
hasta el termino de la universidad. Estos cambios pedagógicos deben venir de la
base magisterial y con la participación del estudiante mismo que sea un proceso
de comunicación con un sentido social que conduzca a un compartir experiencia
hasta hacer de ella un bien común.
No será la imposición
de modelos educativos creados por decretos burocráticos, autoritarios y
unilaterales los que rescaten y democraticen el proceso educativo; las
propuestas deben emerger de los que saben y hacen la pedagogía y no de los que
administran la educación.
La escuela
tradicional ha venido reforzando las diferencias sociales de un capitalismo
neoliberal salvaje, así como la imposición imperial de una cultura de masas
consumista y unidimensional.
Con una dependencia
que va diluyendo la identidad nacional a partir de patrones culturales del
etnocentrismo de los países hegemónicos; la actual política educativa solo
forma espíritus dóciles para las relaciones de dominación entre los seres
humanos; forma ciudadanos ad hoc a las políticas antidemocráticas e
individualistas del sistema dominante.
La educación del
siglo XXI debe conformar un ciudadano con una conciencia social, critica y
solidaria que luche contra la opresión; con una mente libertaria, plural,
democrática, donde la tolerancia y el respeto a las diferencias ideológicas se
hagan con un civilidad utilizando siempre el diálogo como instrumento para ir
construyendo un estado de derecho que permita excluir la violencia y consolidar
la justicia social, así como la vigencia de los derechos humanos.
La escuela debe
generar conocimientos científicos y tecnológicos que sean de bien común, que
permitan dar propuestas para solucionar las tareas sociales que prevalecen. En
nuestro país, como es la criminalidad, la corrupción, analfabetismo y otras
disfuncionalidades que tienen a nuestra sociedad en una descomposición social
que lleva a la barbarie, que parece no tener solución.
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