Por:
Javier Gil Ornelas
Hay noticias
periodísticas de grupos humanos que a fuerzas de repetirse pasan de ser
intrascendentes. Así tenemos que la situación laboral de los jornaleros
agrícolas en Sinaloa a través de los medios masivos de comunicación nos
describen la sobreexplotación de la fuerza de trabajo y sus raquíticos
salarios, la deficiente y a veces ausencia de asistencia medica, el
hacinamiento en la vivienda sin servicios sanitarios (y si los hay son de mala
calidad), una educación básica de lo mas inoperante, en donde los hijos de los
jornaleros generalmente no asisten pues tienen que cooperar al ingreso familiar
incorporándose al trabajo de “pizcar” hortalizas u otro producto agrícola. Y si
a esto le sumamos las intoxicaciones al
fumigar con sus pesticidas y otros agroquímicos, pues no tienen ni los
capacitan para usar los instrumentos necesarios para evitar enfermedades, quien
los haya visto en el transporte que los lleva a su labor sin duda que
relativamente ha mejorado pues anteriormente los accidentes automovilísticos de
sus camiones eran constantes y ante este escenario la opinión publica comenzó a
presionar para un mejoramiento de su traslado con lo cual se realizó
medianamente, pues se siguen efectuando pero no tan seguido como antes.
Los adalides defensores de esta capa baja de los obreros
son organizaciones que son una ficción juridica-laboral y política, aparecen en
el cobro de la cuota sindical y desaparecen en el hecho expoliador del homo
faber rural; son los voceros del capital anunciando en los campos del centro y
sur del país las buenas nuevas, pero al llegar a los centros hortícolas se
encuentran que el edén laboral prometido es una infierno dantesco plagado de
condiciones infrahumanas.
Los sindicatos de asalariados del campo se han convertido
no solo en una carga para los obreros sino también para el capital, ya que
tienen que darle concesiones a la parasitaria burocracia sindical a través de
corruptelas; los capitalistas ya no necesitan a estos lideres “charros”, pues
pueden controlar y manipular a sus trabajadores en base al látigo del hambre y
la necesidad con un ejercito de reserva de trabajo que le permite regular el
mercado laboral fundamentado en sus intereses.
Son tema de los grandilocuentes discursos de congresos
nacionales de campesinos, donde sexenalmente son redimidos en cuerpo y
espíritu, estos macehuales prehispánicos asisten masivamente a estos festines
de la demagogia, como masa inerte pero se manifiestan con un silencio secular propio
de las servidumbre voluntarias.
Los organismos de los derechos humanos son una entelequia
de la defensa de sus prestaciones sociales, pues solo formalmente son
reivindicados ya que se quedan en simples recomendaciones ante las instancias
gubernamentales en donde duermen el sueño de los justos, ya que son olvidadas y
archivadas en contubernio con los empresarios agrícolas.
Las instituciones gubernamentales federales y estatales,
“ni oyen ni miran” las violaciones a la ley federal del trabajo, y cuando explotan
algunas expresiones de descontento social y de denuncia, las soluciones son mas
mediáticas que efectivas, las organizaciones agrícolas patronales, tienen un
poder político capaz de echar para a tras cualquier sanción económica, o alguna
medida de real mejoramiento de los obreros agrícolas.
Por otro lado no faltan las medidas represivas que van
desde el despido laboral hasta la agresión física de los “guardias privados”
parecidos a una vigilancia paramilitar manteniendo un control de terrorismo laboral
sobre aquellos que protesten.
La competencia monopólica en los mercados agrícolas
capitalistas tienen una tendencia en bajar los costos salariales e intensificar
la explotación de la fuerza de trabajo con productos baratos y de calidad. La
lógica del capital no tiene otro objetivo mas que la acumulación de la riqueza.
Hay una inexistente ética laboral, pues no existe un
“responsabilidad social” empresarial; esta solo existe en la hiperrealidad de
la simulación y el simulacro de una moral cristiana farisea, que tan solo de
palabra se solidariza con su prójimo. Pero también hay que decirlo, solo una
minoría del los grandes empresarios cumplen con la legislación laboral y
algunos hacen gala de un capitalismo de “rostro humano” dando muestras de una filosofía
filantrópica altruista aunque son ”garbanzo de a libra” raramente visualizados.
Hay una especie de segregación social hacia los
jornaleros ya que su origen es indígena, dándose un racismo que conlleva a una
falta de tolerancia hacia la cultura étnica distinta a la occidental, son
cosmovisiones teológica, antropológica y cosmológica diferentes, en donde no
cohabitan sino al contrario una se impone a la otra, lo cual trae
concomitantemente una exclusión cultural.
Es indudable que hay un abandono académico de las
universidades en Sinaloa, pues hasta donde se sabe son mínimos los estudios
sobre ellos y no hay una vinculación de investigación científica social, ni de
una actividad de desarrollo comunitario, mucho menos de mostrar sus expresiones
artísticas.
En décadas pasadas, en el siglo XX, su rebeldía social
alarmó a los agrotitanes. Como turbas furiosas se lanzaron a la huelga y al
saqueo de comercios en los poblados rurales de los valles agrícolas, como una
insurrección violenta que llegó a la capital del estado. Entonces se habló de
una modernización laboral para ellos y vuelve el viejo discurso de que ahora si
sus condiciones de vida van a mejorar.
Ellos saben de su soledad social, que como un sedimento
humano deberán adoptar una conducta sociopolítica que les permite recobrar su
dignidad humana con mejores niveles de vida, para ello tendrán que conformar
organizaciones democráticas y de lucha para construir un programa mínimo de
cumplimiento de la legalidad laboral que permita un relanzamiento de una
plataforma de demandas que llene sus necesidades primarias y secundarias que no
son otra cosa que paliativos asistencialistas corporativos que lleva como
objeto mediatizar la conciencia y evitar una verdadera organización de los trabajadores y su movilización
política, sino dichas formas de organización sectorial independientes las que
proveerán a los obreros agrícolas de instrumentos legales para su defensa y
reconocimiento laboral.
Las diferentes instituciones de educación superior implementan
las estancias académicas de los estudiantes en forma mayoritaria hacia las
empresas privadas y en menor medida hacia los sectores marginales sociales
siendo todavía mas excluidos los obreros agrícolas. Hay antecedentes que un
buen sector de estudiantes provienen del área rural, por lo que existe una
buena posibilidad de crear y desarrollar proyectos socioeconómicos que vengan a
elevar las condiciones de vida y trabajo de dicho sector.
En el rubro de
investigación social se pueden impulsar líneas que describan, expliquen
y propongan alternativas al problema complejo de la situación de vida de los
obreros agrícolas.
También se puede promover una difusión y extensión
cultural de las etnias indígenas que configuran simbólicamente su realidad cotidiana,
hacia una tolerancia y respeto de la diversidad étnica en nuestra región siendo
estos los principales proveedores de trabajo agrícola.
Existe la infraestructura de mass media y escuelas de
comunicación que pueden armar los andamiajes de una política de producir
audiovisuales bajo la perspectiva de un periodismo de investigación, para
sensibilizar, analizar y transformar una sociedad mas justa e igualitaria.
La instalación de bufetes jurídicos es una necesidad
impostergable para atender la problemática laboral de este sector social, que
dentro de un estado de derecho conlleve a un equilibrio y armonía de los
factores de la producción del agro, desarrollando seminarios, cursos,
diplomados, conferencias, etc. Sobre sus derechos fundamentales.
Cabe destacar que solo la voluntad política de los
grandes, medianos y pequeños productores y la coordinación de las instituciones
gubernamentales, sindicales y de educación superior basados en un gran esfuerzo
económico, social, político y cultural, podrán dar un salto cualitativo en el
mejoramiento de las condiciones de vida de tal sector social.
UdeO. Los Mochis, Sinaloa. México
Marzo de 2014
Indudablemente se requiere de una política gubernamental real que genere condiciones humanas y adecuadas para el sector trabajador del campo. Consciencia y voluntad política es el binomio que permite un rostro humano a los jornaleros. Condiciones laborales y de servicios justos son el grito que se ahoga en el silencio de quienes no tienen fuerza de voz. México y en particular nuestro Estado de Sinaloa adolece de un programa rector que impulse y dignifique la fuerza de producción agropecuaria. Menos demagogia y más compromiso social ejercido es lo que necesita el campo mexicano y la gente que labora en él. De seguir como se está, seguirán siendo como hasta hoy los olvidados del siglo XXI como bien lo expresa el presente artículo.
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