
Nuestros dirigentes políticos y académicos nos hablan como seres de clase mundial. Tan preocupados e inquietos por el futuro prominente que nos depara lo que se ha denominado como “globalización”. Desde hace poco menos de 20 años se nos ha pregonado que pertenecemos al “primer mundo”, ese mundo de sueños cumplidos y de necesidades puestas en cazuela de plata. Así, y como dicen algunos autores, “La globalización –dicen Rodríguez y F. Velarde-se impone como una `moda´ pragmática en zonas específicas del mundo, llega apoteósicamente bajo los aplausos sistemáticos de `intelligentsias´ del subdesarrollo, ávidos de que con la globalización aterrice el desarrollo económico”.

1. La globalización es un fenómeno nuevo.
2. Se trata de un proceso homogéneo.
3. Es, asimismo, un proceso homologeneizador: gracias a la globalización todos seremos, antes o después, iguales y en particular los latinoamericanos seremos iguales en desarrollo, cultura y bienestar a nuestros vecinos del norte y de Europa.
4. La globalización conduce al progreso y al bienestar universal.
5. La globalización de la economía conduce a la globalización de la democracia.
6. La globalización acarrea la desaparición progresiva del Estado, o al menos una pérdida de importancia del mismo.
En conjunto, esas proposiciones constituyen el núcleo de lo que podemos llamar la ideología de la globalización. Se trata de una ideología conservadora que encubre la realidad para inhibir la voluntad de cambiarla…”
Enmarcado en la concepción burguesa, lo que el concepto de globalización ofrece suele ser más una utopía que una posible realidad. Los intereses históricos y particulares de la burguesía no serán borrados por obra y gracia de una declaración de igualdad y fraternidad como la acuñada por los viejos pensadores utópicos. La utopía sólo puede ser un instrumento de lucha, más es difícil de retomarla como una realidad posible en el contexto de un capitalismo salvaje como el que hoy vivimos. Por ello, “las construcciones utópicas desde la República de Platón…hasta Utopía de Tomás Moro y Tomaso Campanella, tienen elementos en común: una aguda crítica social, una propuesta de igualdad, un espíritu de justicia y el anhelo de realizar un mundo mejor, pero de manera uniforme” (Mercado M.; 2002:122).

¿Cómo entonces desligar la utopía del mito globalizador? Para ello, el mecanismo más apropiado es el reconocer la esencia de cada concepto. Por principio comparemos sus características. La utopía, de acuerdo a Tomás Moro se caracteriza por:
Ser valiosa y deseable justamente por su contraste con lo real, cuyo valor rechaza y, por consiguiente, considera detestable. Subvierte lo real y abre una ventana a lo posible.
No sólo por marcar un distanciamiento de lo existente, sino también una alternativa imaginaria a sus males y carencias.
Expresar, además, el deseo, aspiración y voluntad de realizarla.
Implicar la propuesta de erradicar una serie de males que hay que eliminar, para llegar a una sociedad donde prevalezca la igualdad y felicidad.
Pero esto sólo es posible por la acción del pueblo. Como lo establece Henríquez Ureña en un artículo de internet, “es el pueblo que inventa la discusión, que inventa la crítica. Mira al pasado, y crea la historia; mira al futuro, y crea las utopías”, aunque en ese proceso son las intelligentsias quienes llevan la batuta y pueden, por su papel y status en la sociedad, disponer de los medios suficientes para llevar a cabo tanto la discusión como las propuestas al conjunto social. Los comunicólogos entran en esa categoría de intelligentsia por cuanto tienen que ver con los procesos de difusión de los mensajes-ideas.

Y “si bien la sociedad mexicana nunca podrá ser el sueño al que todos aspiramos, tal y como lo señala la utopía, de alguna forma sí podrá rescatar y mantener los valores que de su sociedad quedan, sin empobrecer las intenciones globalizadoras de pertenecer a un mundo internacional, siempre y cuando la educación mexicana cambie y de un giro hacia la universalidad de los individuos y la identificación nacional”. De esta forma el mito de la globalización quedará al descubierto y la sociedad podrá encauzar sus esfuerzos y participación hacia el mejoramiento de las condiciones de desarrollo y de vida internas, concientes de la necesidad de coexistencia con agentes externos, pero en condiciones de competencia más equitativas.

Fuentes consultadas:
Brünner, José Joaquín (2003). Educación e Internet. ¿La próxima revolución? FCE (Breviarios 376). México.
Bell, Daniel (1989). Las contradicciones culturales del capitalismo. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Alianza Editorial Mexicana, Los noventa, México.
Henríquez Ureña, Pedro. Utopía en América. Consultado en:
Karam, Tanius (2004), Globalización, tecnología y educación. Conferencia impartida en la UNAM-FESC el 21 junio 2004. México.
Mercado Maldonado, Asael. Sociología Norteamericana: un diagnóstico de nuestro tiempo. Universidad Autónoma del Estado de México. México 2002.
Rodríguez Alonso Jesús, A. F. Velarde Samuel. Cultura y Democracia en México hacia el siglo XXI. (Consultado en: http:sincronia.cucsh.udg.mx/cultdem.htm. 15/11/2007).Vilas, Carlos M. (1999) “Seis ideas falsas sobre la globalización. Argumentos desde América Latina para refutar una ideología.” En http://www.globalizacion.org/biblioteca/Vilas%20Globalizacion%20Falsa.htm. 03/12/ 2007).
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